STATEMENT
Es uno de los primeros y más vívidos recuerdos que tengo de mi infancia, debía tener unos siete años y estaba sola en casa. En un momento dado de la mañana, me levanté y fui a recostarme en el sofá del salón. De pronto me invadió una terrorífica sensación de angustia desconocida hasta entonces; caía sobre mí como una losa la certeza más absoluta de mi propia soledad, de mi ser individual totalmente aislada del resto. La vida seguía su curso mientras yo yacía sola en aquel sofá, ajena a un complejo universo en movimiento. Jamás pude olvidar aquella sensación de separatidad, que me acompañaría para el resto de mi vida y que, años más tarde, se convertiría en la espina dorsal de mi obra.
El mundo de los sueños y la psicología humana, indagar en las diversas identidades con las que el ser humano se protege ante un amenazante mundo exterior y cómo se relaciona el individuo con su propia soledad son temas recurrentes en mi cabeza. Tirar del hilo de una idea, que parte de algo que he visto, he oído, he soñado, he imaginado, he creído imaginar; construir a partir de ahí, detalle a detalle, hasta conseguir plasmar el que fuera ese primer destello ahora revestido de toda una historia, de todo un pasado, de todo un presente, de todo un contexto, de todo un por qué; me parece el juego más excitante al que siempre me apetece volver a jugar.
Vivo cada serie y cada fotografía que llevo a cabo como una acción performativa en la que me sirvo de mi propio cuerpo como elemento central con el fin de narrar una historia. No me interesa demasiado la fotografía sin contenido más allá de la pura estética. Hacer fotos me reafirma en la absoluta convicción de que la capacidad más fascinante del ser humano es la imaginación. Con imaginación todo se convierte en posible.
Gran parte de mi obra toma la naturaleza como escenario de fondo para contar mis historias. En la noche, la naturaleza es misteriosa y tiene una espiritualidad trascendente que se transmite en las imágenes y que de algún modo siento que me arropa. Me gusta especialmente trabajar en soledad, me parece fundamental el cuidado compositivo de la imagen y, salvo que no haya otra opción posible, no me gusta falsear la realidad ni abusar del retoque en post producción.
La inspiración proviene a veces de la cosa más absurda, algo que ves y te lleva a un pensamiento, que a su vez te lleva a otro y a otro y a otro y de pronto surge un chispazo que detona en lo que será un futuro proyecto. Otras veces, ves, lees, escuchas la obra de algún artista con tanto talento que parece que se te contagia y tienes que ponerte a trabajar inmediatamente. Admiro y me es inspiradora la obra de muchos artistas -Joel-Peter Witkin, Man Ray, Diane Arbus, Sophie Calle, Marina Abramovic, The Velvet Underground, etc- aunque la gran fuente de inspiración para mí está en el cine: David Lynch, Buñuel, el cine negro americano, Sayat Nova, Bergman, las películas más inquietantes de Polanski, el cine clásico de Japón, Haneke, Hitchcock, las pulsiones insanas de Cronenberg, la ciencia ficción, The Servant y la relación de dominación entre Dirk Bogarde y James Fox, Fellini, los personajes con tormenta interior, El año pasado en Marienbad, John Cassavetes director, y un larguísimo etcétera.
Algunas veces, -estando en plena sesión de madrugada, sola en medio del campo, muerta de frío, intentando captar la imagen buscada-, me he planteado para qué sirve todo esto, adónde me lleva ponerme a mí misma en este tipo de situaciones. Sin duda estaría más cómoda y mucho más tranquila durmiendo o viendo una película al calor del hogar, pero la sensación inigualable de construir mundos paralelos, de darles forma y contenido, merece cualquier esfuerzo. Pura adrenalina que da salida y canaliza en positivo todas y cada una de las conductas autodestructivas que habitan en mi interior. A fin y al cabo, un pacto tácito de no agresión conmigo misma. Poder seguir adelante.
One of my earliest and most vivid memories that I have from my childhood happened when, at the age of 7, I was alone at home. At one point, in the early hours of the morning, I got up and went to lie down on the sofa in the living room. Suddenly, I was seized by a terrifying sense of anguish that I had never known before; the absolute certainty of my own loneliness, being totally detached from the rest of humanity, fell on me like a concrete slab. Life went on while I lay alone on that sofa, oblivious to a complex universe in motion. I will never forget that feeling of separateness, which will stay with me for the rest of my life and which, years later, has become the backbone of my work.
The world of dreams and human psychology, investigating the various identities with which human beings protect themselves against a threatening outside world and how individuals relate to their own solitude are recurring themes in my mind. Pulling on the thread of an idea, which starts from something I have seen, heard, dreamt or imagined; building from there, detail by detail, until I have managed to capture what that first flash was, now covered with a whole story, a whole past, a whole present, a whole context, a whole why, seems to me the most exciting childhood game I always want to play again and again.
I see each series and each photograph I take as a performative action in which I use my own body as the central element to tell a story. I am not very interested in photography without content beyond pure aesthetics. Taking photographs reaffirms my absolute conviction that the most fascinating capacity of the human being is imagination. With imagination everything becomes possible.
Much of my work takes nature as a backdrop to tell my stories. At night, nature is mysterious and has a transcendent spirituality that is conveyed in the images and that I feel somehow envelops me. I especially like to work in solitude, I think it is essential to take care of the composition of the image and, unless there is no other option, I don’t like to distort reality or abuse my images by retouching in postproduction.
Inspiration sometimes comes from the most absurd thing, something you see, and it leads you to a thought, which in turn leads you to another and another and another, and then suddenly there is a spark that ignites into what will be a future project. Other times, you see, read and listen to the work of an artist with so much talent that it seems to rub off on you and you must get to work immediately. I admire and I am inspired by the work of many artists – Joel-Peter Witkin, Man Ray, Diane Arbus, Sophie Calle, Marina Abramovic, The Velvet Underground, etc. – although the great source of inspiration for me is film: David Lynch, Buñuel, American film noir, Sayat Nova, Bergman, Polanski’s most disturbing films, classic Japanese cinema, Haneke, Hitchcock and Cronenberg’s insane drives, science fiction, The Servant and the relationship of domination between Dirk Bogarde and James Fox, Fellini, the characters with inner storm, Last Year at Marienbad, John Cassavetes director and a very long endless list of inspiration.
Sometimes, in the middle of a late-night session, alone in the middle of the countryside, freezing to death, trying to capture the image I was looking for, I have wondered what the point of all of this is, where it would lead me to put myself in this kind of situation. No doubt, I would be more comfortable and much calmer sleeping or watching a film in the warmth of my home, but the incomparable sensation of constructing parallel worlds, of giving them form and content, is worth any effort. Pure adrenaline creates an outlet to the channels of self-destructive behaviors that live inside of me and releases them in a most positive way. In the end, a tacit pact of non-aggression with myself, to be able to move forward.
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